Esta es la...cosa que estoy escribiendo hace un tiempo.
Espero que les guste esta pequeña intro a la vida cotidiana del aún anónimo personaje.----------
Imagínense, por un segundo, que tu vida cambia de un día a otro.
Te vuelves alguien muy respetado…pero no en el sentido de reconocido y alabado por algo maravilloso.
Tampoco eres un señor importante que ha dedicado su vida a la ciencia, y ha descubierto una vacuna que cura algo incurable.
Tampoco eres un informático que ha logrado que la robótica sea super avanzada y ha evitado que los robots se rebelen contra nosotros.
…sino más bien, eres uno de esos señores llenos de cicatrices.
De esos que se ensucian, que sangran, que pelean.
De esos que vuelven llenos de cortes, arañazos y heridas de todo tipo.
Y de esos que gritan: “¡Al refugio! ¡Intentan rodearnos!” y demás órdenes.
…
Todo empezó una buena mañana de Julio. Lo recuerdo bien, era mi cumpleaños.
Desperté como cualquier día, rascándome la barba de 3 días, bostezando, como cualquier mañana normal. Me arrastré al lavabo y me miré al espejo. Hice el ritual de la mañana: Acomodar paquete, pose de culturista, sonrisa malévola, pasar navaja de afeitar, lavar cara, ir a la cocina, coger una taza, beber café con leche y un donut. Ducha. Vestirse. Oficina. Lo normal. Como un maldito zombie.
Sin coche, uno tiene que coger el transporte público…y el metro huele a humanidad concentrada, así que solía tomar el bus.
Trabajaba como contable en una empresa farmacéutica, Lyatt Labs, propiedad del típico magnate viejo con las típicas hijas guarras, la típica mujer que tiene de amante a un cubano y el típico hijo con mirada de desgraciado que lo heredará todo luego de contratar a un sicario que…bueno, es igual.
En una oficina nunca pasan cosas interesantes. Rutina, que le dicen.
Lo único destacable de mi día a día era la hora del descanso, en la que aprovechaba de caminar un poco por el jardín interior del edificio, tomándome un capuccino de máquina y conversaba con la gente. Aunque fueran todos una bola de capullos que se preocupaban más del fútbol que del resto del mundo. Casi literalmente.
Me juntaba con los de siempre: Paul, aquel típico amigo del instituto con el que siempre soñaste con tener tu propia banda de rock; y Layla, esa típica chica que te gusta, te encanta, y a la que jamás le gustarás, porque eres su amigo.
¿De qué hablábamos?...pues era algo como :
-…pff, mira como va ese
-Ande irá…ande irá
-Gilipollas.
Y si, no variábamos demasiado la conversación. Era divertido. Buenos tiempos.
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