lunes, 28 de diciembre de 2009

Yo no escribo poesía porque el verso me odia.
Y yo también odio al verso.

De esta relación amor-odio con él, cuando escribo versos me sale prosa. Y cuando escribo prosa, el muy cabrón la convierte en verso.

Y queda horrible.

Su acción convierte mis líneas en cosas absurdas, sin estructura, sin ton ni son, sólo líneas que terminan sin expresar gran cosa.

Y me odia.

Y sigo pensando que lo odio. Quizá sea que no puedo vivir sin él. Todo este rollo de la metalingüística no es lo mío.

Hijo de puta.