Y yo también odio al verso.
De esta relación amor-odio con él, cuando escribo versos me sale prosa. Y cuando escribo prosa, el muy cabrón la convierte en verso.
Y queda horrible.
Su acción convierte mis líneas en cosas absurdas, sin estructura, sin ton ni son, sólo líneas que terminan sin expresar gran cosa.
Y me odia.
Y sigo pensando que lo odio. Quizá sea que no puedo vivir sin él. Todo este rollo de la metalingüística no es lo mío.
Hijo de puta.