martes, 15 de mayo de 2007

II

La música trae de vuelta memorias, recuerdos.
Sean buenos o malos. Sean alegres o tristes. Algunos están llenos que veneno, otros de miel.

El otro día estaba leyendo un poco, ya que el profesor de Literatura me prestó la segunda parte de la recopilación de los cuentos de Cortázar. Me sorprenden los relatos, en algunos casos no hace falta entenderlos para quedarse perplejo. Aunque talvez la sorpresa venga de la malinterpretación del texto, quién sabe.

Desgraciadamente, leer me pone a pensar -esto en el caso de que lea algo mínimamente decente, dudo que "La historia maravillosa del mundo del Dragón de 2 cuernos" me resulte muy difícil de entender-, y pensar es algo muy similiar a la música.

Se puede pensar en distintas cosas, sean buenas o malas. Pueden causar serios problemas internos, de esos que nadie ve, ni se notan a simple vista. De esos en los que se realiza una completa introspección de uno mismo. De esos en los que, llegado el momento, provocan una explosión de rabia, frustración, y al finalizar, dejan la sensación de desahogo.

Si bien, luego del desahogo está el momento de "recarga", en el que se suceden distintos pensamientos: "Bueno, lo he soltado...¿ahora qué?", o bien, "Y no digo más porque no quiero quedarme con las venas reventadas".

Al igual que la música, puede aparentar algo y no serlo, o bien aparentarlo y serlo subliminalmente. No pongo ningún ejemplo, porque yo mismo dudo de estas dos opciones.
El problema de la música, es que si no estás sintiendo nada, puede transmitirse esa rabia, esa frustración, esa melancolía. Incluso puede sumarse a la que ya se posee, por tanto, neutraliza el efecto autodestructivo. O bien, lo potencia.

Pero, al estar en el estado de euforia, o en el de impulsos mortuarios, la mente está en blanco, concentrándose en el momento, olvidándose de todo lo anterior. Se entra en una especie de trance que elimina toda la circunstancia cercana, permitiendo percibir sólo al causante de la explosión. O Implosión, puesto que solamente tú lo sientes, y solamente tú te destruyes un poco más.

Y para finalizar con esta reflexión patética, añado que hay una forma de terminar con el trance. Dos. Acabar con el causante, o bien, acabar con uno mismo. Lo que llegue antes.

Ciertamente, por si no lo habían notado, estoy comparando dos cosas que en sí mucho no tienen que ver. Y no estoy seguro de como está quedando. lo reescribiría, pero sería faltarle el respeto al surrealismo.

Por último, finalizo dejando un CD, cortesía de Siamese Night, el blog de un par de amigos, Javier y Sergio -aka Cucha n' Pemeh-. Se trata de uno de mis grupos favoritos, Estradasphere. Mezclan el jazz con muchas cosas, entre ellas e grindcore, la música gitana, y hasta algo de flamenco. Todo de una manera exquisita. Salud.


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